EL JEFE DE BOMBEROS DE LOS CARDOS COMBATIÓ LOS INCENDIOS EN NEUQUÉN

Los brigadistas voluntarios no preguntan demasiado. Cuando reciben una orden o un pedido de auxilio, venga de donde venga, salen a prestar servicio hermanados contra un enemigo común: el fuego de un incendio forestal que ya devoró miles de hectáreas de bosques nativos de Neuquén y que demanda la lucha infatigable de 350 bomberos de distintas provincias del país.
A los pies del volcán Lanín, en una estancia de gramilla reseca, las carpas azules de 40 brigadistas santafesinos se alinean de forma prolija bajo el sol agresivo de la tarde. Allí descansan ellos, Los Ángeles de las Cenizas, como se autodenonimaron en un grupo de WhatsApp. "Venimos de toda la provincia, del norte, del sur, no nos conocíamos de nada, nos conocimos acá", contó Fernanda.
El último domingo, y a partir de la situación crítica que se vivía en el incendio forestal del Valle Magdalena, dentro del Parque Nacional Lanín, los voluntarios recibieron una orden de jefatura y se organizaron a toda velocidad. Los que pudieron dejar atrás a sus familias y sus compromisos laborales, emprendieron el largo viaje hacia Neuquén.
"Llegamos a las 5 de la mañana y a las 8 ya estábamos trabajando", relató ella, que es docente pero tiene el corazón marcado por su compromiso con los cuarteles de bomberos. Y después de cinco noches de intenso trabajo, descansan cada tarde en unos catres metálicos, resguardados por las lonas de su carpas azules.
Los santafesinos se sorprendieron con las noches frías de la cordillera de Neuquén. Aunque extrañan la calidez de su tierra, saben que el calor es también una trampa mortal para los bosques de la zona, que se consumen con un incendio forestal que ya abarca más de 20 mil hectáreas en la frontera con Chile. Por eso, toleran esos grados bajo cero mientras piden por una lluvia que, por ahora, no vendrá.
"Es muy feo ver la desolación del paisaje, y nos frustra pensar que todo el trabajo que hacemos de prevención, de insistir para que no hagan fuego, no sirve de nada", se lamentó Fernanda. Y aunque les frustra ver cómo el fuego avanza, cada noche vigilan que el perímetro no se expanda, mientras el resto de los brigadistas descansa después de una intensa jornada dando batalla contra las llamas.
Después de recorrer cientos de kilómetros desde Santa Fe, en su primera jornada de actividad, afrontaron una situación crítica. Se internaron en un bosque espeso donde las llamas se ensañaban con árboles centenarios. "El fuego avanzaba a toda velocidad y nos estaba encerrando, así que nos tuvimos que evacuar", contó Fernando sobre el dolor de dejar a los árboles a merced de las llamas que van a destruirlos para siempre.
Para muchos santafesinos, este viaje es su primera visita a la Patagonia. Y verla así, en llamas, es una imagen que les duele. Pero incluso en medio de la desolación, encontraron gestos que renovaron su compromiso con la tarea que eligieron por pura vocación.
Después de muchas horas de viaje, en su paso por Cutral Co, una multitud salió a recibirlos con gratitud. "Nos decían qué bien los bomberos, ahí vienen, y nosotros filmábamos y a la vez llorábamos", expresó la brigadista. Y agregó: "Esa es la mayor satisfacción que nos llevamos, porque nosotros somos voluntarios, no nos pagan, pero nos llevamos la gratitud de la gente en el corazón".
Y así, en el campamento, tejieron lazos de hermandad de manera inmediata. "Nos achamigamos enseguida", dijo con su jerga norteña. Y agregó que los brigadistas nunca miran la procedencia de cada combatiente. "Sean de Villa La Angostura o de la China, nos apoyamos entre nosotros", relató.
Ante el avance acelerado del fuego, los brigadistas de Santa Fe, Jujuy, Buenos Aires, La Pampa o Córdoba se sumaron al combate. También trabajan los brigadistas neuquinos, los de Parques Nacionales y los bomberos de la Policía de Neuquén. Colaboran también los bomberos forestales voluntarios e integrantes de comunidades mapuches capacitados para la tarea. El número llega a los 350 combatientes.
Hoy, su trabajo es sostener la vigilia mientras todos duermen. Aguantan las bajas temperaturas, ese frío que despeja el humo por un rato pero que, muchas veces, puede ser el instante más crítico de un incendio forestal. En plena oscuridad, su alerta es fundamental para el resto de los combatientes, que llegan fatigados pero descansan tranquilos al saber que hay ángeles que los cuidan.
Fuente / LM NEUQUÉN